El fuego se ha convertido en un problema muy grave en la cuenca mediterránea y ya es la principal causa destrucción forestal (Velez, 2002). Cada año en la UE se producen de media 65.000 incendios. Además, cabe destacar que el 85% de éstos se desencadenan tan sólo en el Mediterráneo (San-Miguel-Ayanz y Camia, 2010), suponiendo nada menos que unas 425.000 hectáreas de superficie quemada (Comisión Europea, 2011). Catalunya tampoco escapa a este escenario. En la última década se han quemado 1.288 Km2 de los 32.000 Km2 totales (DGCN, 2002), haciendo que los incendios forestales se perciban como el principal problema ambiental del territorio catalán (Tábara, 1996). El futuro tampoco se presenta demasiado esperanzador y es que algunos autores destacan que en los próximos años habrá un incremento de la frecuencia de estos fuegos (Pausas y Fernández-Muñoz, 2011). Pero, ¿a qué se debe ese aumento de los incendios?
Pausas y Fernández-Muñoz (2011) relacionan el aumento de los incendios con el cambio climático. La cuenca mediterránea es una de las zonas del mundo donde se sufre más los efectos del cambio climático y, en los próximos años, se espera un aumento de las temperaturas y un descenso generalizado de las precipitaciones, sobre todo en los meses de verano. Esto creará una estación mucho más calurosa, seca y prolongada, que favorecerá las condiciones óptimas para que se inicien los incendios (IPCC, 2014). De hecho, en la cuenca mediterránea, como en la mayoría de las regiones del mundo, ya existen evidencias de este aumento de las temperaturas y de las consecuencias que puede originar en el régimen de fuego (Pausas, 2004).
De la misma forma, Pausas y Fernández-Muñoz (2011) quisieron determinar cómo había cambiado el régimen de incendios desde la década de los setenta y observaron un aumento brusco en cuanto a la frecuencia y el tamaño de los fuegos. Como éste fue un cambio repentino, no podía decirse que el principal responsable fuera el cambio climático, ya que éste es gradual (Pausas, 2004). Por este motivo, se llegó a la conclusión de que el motor de cambio en el régimen de incendios era el aumento de la cantidad y continuidad de combustible inducido por el cambio demográfico de los años setenta (Pausa y Fernández-Muñoz, 2011). Durante esa época, gran parte de la población que vivía en zonas rurales de montaña emigró a las grandes ciudades. Esto supuso una disminución de la cantidad de explotaciones agrícolas y ganaderas y, por tanto, un importante cambio en los usos del suelo: se intensificó el uso de las zonas más fértiles y de fácil acceso y, al mismo tiempo, se abandonaron muchos campos de cultivo de menor calidad (Bosch, 2017; Lasanta-Martínez et al., 2005). Este abandono de cultivos y el cambio de fuentes energéticas domésticas (de leña a otros) han supuesto una gran transformación en el paisaje. Las zonas abiertas como pastos y campos de cultivo han sido colonizadas por árboles y arbustos y, por tanto, se ha aumentado la cantidad y continuidad de combustible presente en Cataluña (Pausas y Fernández-Muñoz, 2011). Todo este combustible, junto con las evidencias del cambio climático de condiciones más secas, se prevé que los incendios sean cada vez más intensos y frecuentes (Pausas y Fernández-Muñoz, 2011; Pausas y Keeley, 2009).
Frente a este escenario, las administraciones intentan controlar los incendios forestales mediante políticas de prevención. Los países europeos mediterráneos prefieren estas tres: la quema prescrita, el pastoreo de ganado o una combinación de ambas. La primera busca reducir el combustible acumulado en determinadas zonas mediante un fuego planificado y controlado (Fernandes et al., 2023). En cambio, el segundo es otro método utilizado para intentar controlar la acumulación de combustible pero éste mediante el pasto de la ganadería extensiva. El ganado doméstico se utiliza y se ha utilizado durante muchos años como herramienta para evitar la expansión y densificación de matorrales para prevenir incendios o controlar su propagación (Lasanta et al., 2014). De hecho, la Unión Europea apoya la ganadería extensiva desde 1992 con su Política Agraria Común (PAC) y, reformas posteriores, han destacado el papel de la ganadería en la contribución socioeconómica, la preservación del medio ambiente y la prestación de servicios ecosistémicos (Bernués et al., 2014). Sin embargo, se ha evidenciado que el pastoreo por sí solo, con el actual número de reses en las montañas mediterráneas, es insuficiente para evitar que los arbustos vayan ganando terreno (Ruiz-Mirazo et al., 2011). Por otra parte, según Komac et al., (2011) la quema prescrita también es insuficiente para controlar la propagación de algunos arbustos. ¿Cuál es el mejor método?
En 1986 en La Rioja (España) se puso en marcha un plan de actuación llamado ‘plan de desbroce’ para tal reducir el riesgo de incendio y facilitar la lucha contra éstos. Ésta estrategia deja de utilizar las cremas controladas como método preventivo porque vieron que éstas eran responsables de iniciar muchos incendios. En en su lugar, este plan combina, por un lado, la limpieza mecánica
de arbustos mediante desbrozadoras y, por otra, el aprovechamiento de éstos nuevos espacios abiertos como pastos para el ganado. Mediante el pastoreo se pretende mantener los espacios que previamente se han desbrozado y así permanecer limpios de vegetación herbácea y arbustiva. El objetivo es disminuir la cantidad de biomasa y crear un paisaje en forma de mosaico (Lasanta et al., 2018) reducir la carga de combustible y, de rebote, el riesgo de incendios (Kramer et al., 2003). Así pues, este plan permite gestionar el terreno con fines ambientales y, a la vez, socioeconómicos; ya que fomenta la ganadería extensiva y quiere mantener la población en la zona (Lasanta et al., 2022). Y es que, además, éste plan facilita que se generen nuevas zonas de pasto, hecho muy interesante si tenemos en cuenta que éstas son uno de los factores más críticos a la vez de implantar la ganadería extensiva en el Mediterráneo (Puigdefáregas i Fillat, 1986).
Lasanta et al. (2018) quisieron analizar treinta años del funcionamiento de este plan de actuación y pudieron observar unos resultados muy esperanzadores si se comparan con el resto de España. Vieron cómo se reducía el número de incendios y el área quemada. De hecho, durante la década de 1978 a 1987 se pudo observar que en La Rioja se quemó el 7,5% de la superficie, mientras que en España el 42,2%. De la asimismo, pudieron ver que mediante el ‘plan de desbroce’ se había reducido el número de incendios y la superficie media quemada en un 92,5% en tan sólo tres años, a la vez que la ganadería extensiva había recibido un impulso (Lasanta et al. 2018). Por este motivo, y teniendo en cuenta que las medidas de detección y supresión son similares en La Rioja que en el resto de España, Lasanta et al. (2018) otorgaron la responsabilidad de este cambio a las políticas de prevención del plan de desbroce.
Este modelo de prevención llevado a término en La Rioja es extrapolable a varias zonas del Mediterráneo, ya que históricamente han sufrido un trato muy similar: el uso intensivo del suelo hasta mediados del siglo XX y abandonado a partir de entonces, con más cubierta arbórea y arbustiva que impiden el pastoreo y al mismo tiempo, que supone un grave riesgo de incendios (Lasanta et al., 2005).
Los diferentes estudios realizados sobre la materia parecen dejar claro la forma adecuada de reorganizar las zonas de montaña del Mediterráneo sin tener que recurrir a elevados costes (Lasanta et al. 2018). En Catalunya, ya se ven proyectos que siguen estos pasos, como es ‘Ramats de foc’.
Este proyecto pretende dar un reconocimiento a aquellos ganaderos o ganaderas que contribuyen con el pasto de su rebaño a mantener los espacios que la administración pública gestiona para la extinción de incendios. Así, los pastores participantes del proyecto llevan sus rebaños en zonas forestales con el objetivo de reducir el sotobosque y controlar el crecimiento de esta vegetación. Al mismo tiempo, las explotaciones participantes se les conmemora con un distintivo que les dará visibilidad de su labor y permitirá dar valor a su producto para que les compense el esfuerzo que realizan.
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